viernes, 10 de abril de 2009

Una Escuela en Comunidades de Aprendizaje



Videoteca del CEP de Granada; entrevista con Ramón Flecha sobre Comunidades de Aprendizaje


Todo proceso de construcción precisa de bases ya cimentadas. Todos los que estamos implicados en la enseñanza deberemos coincidir en que la participación de todos los sectores de la comunidad educativa es pieza clave en el proceso. La pregunta es cómo hacer encajar todas esas piezas dentro del funcionamiento de un Centro educativo. La respuesta más adecuada la encontramos en la filosofía de “Comunidades de Aprendizaje”.

Rosa Valls define una Comunidad como “un proyecto de transformación social y cultural de un Centro educativo y de su entorno para conseguir una sociedad de la información para todas las personas, basada en el aprendizaje dialógico, mediante una educación participativa de la Comunidad que se concreta en todos sus espacios, incluidos el aula”. A pesar de la aparente complejidad, un Centro en Comunidades no es más que un lugar en el que la enseñanza es una tarea compartida por todas aquellas personas del entorno que de una manera u otra puedan echar una mano en el proceso educativo del alumnado. Se trata pues de abrir las puertas y mirar al exterior. Convocar a los familiares, a los agentes sociales del entorno, concejalías, asociaciones privadas y todas aquellas entidades dispuestas a colaborar en el hermoso empeño de la enseñanza. Ni más ni menos. Un centro en comunidades es por tanto un centro abierto, dialogante y participativo en el que se procura democratizar todas las decisiones que puedan afectar a la vida académica, de convivencia y de organización del mismo.

El proceso de transformación no es sencillo. Pasa en primera instancia por que el claustro, al menos en un 70% del mismo, asuma la transformación y esté dispuesto a llevarla hasta sus últimas consecuencias. La primera fase debe residir en la formación. Antes de iniciar el proceso es necesario que el claustro al completo se forme en la filosofía de Comunidades de aprendizaje. En España contamos con el trabajo de Ramón Flecha y de la Universidad de Barcelona, que están llevando a cabo lo que se denomina la “Fase de sensibilización”. Durante una semana, normalmente en el mes de septiembre (dura seis horas diarias a razón de treinta a la semana) el profesorado recibe una serie de sesiones que intentan explicar toda la fundamentación teórica, científica y práctica del proyecto. Es una experiencia fabulosa. Mi claustro recibió esta formación en el mes de septiembre de 2007. Y garantizo que nadie salió indiferente. De toda la organización se ocupó nuestro CEP comarcal de Baza (Granada).

A continuación se pasa por la fase de “Toma de decisión”. La fase anterior no compromete en modo alguno. En nuestro Instituto, el IES Gregorio Salvador de Cúllar (Granada, España) debatimos la conveniencia o no de nuestra incorporación a comunidades de aprendizaje. En el mes de noviembre celebramos un claustro extraordinario y en él decidimos por mayoría absoluta la incorporación al proyecto. Tan solo hubo dos abstenciones de un total de veinticuatro profesores y profesoras.

A partir de aquí iniciamos la llamada fase del sueño, una de las experiencias docentes más gratificantes que he realizado como profesional. Organizamos los grupos interactivos, las tertulias dialógicas y las comisiones mixtas.

Lo que realmente nos diferencia a día de hoy es la presencia de un voluntariado dispuesto a colaborar en las tareas educativas. Nuestro voluntariado lo forman básicamente las madres de nuestros alumnos. Quizás por el carácter eminentemente rural y la falta de trabajo, muchas madres están dispuestas a ayudar en horario de mañana. Ellas son la base fundamental sobre la que cimentamos nuestro proyecto.

Se pone así en marcha la idea y las bases del proyecto: participación, consenso, trabajo colaborativo, toma de decisión consensuada, aprendizaje dialógico, argumentos de validez y democratización de la Escuela.



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