Siempre me ha parecido uno de los viajes más aprovechados, fantásticos e increíbles que el ser humano ha llevado a cabo. En él viajó, hace ya muchos años, un joven de veintidós años. Un joven que revolucionó toda la ciencia que hoy día conocemos. Una aportación que cambió la forma de ver e interpretar el devenir de los acontecimientos. Lo impregnó todo. Ese joven se llamó Charles Darwin. Uno de los grandes.
El beagle es el nombre del buque en el que zarpó, casi en la noche vieja de 1831. Charles Darwin era un joven confuso, como la mayoría. Quiso ser médico, después cura…Estudió diversas ramas de las Ciencias, donde siempre se planteó preguntas mucho más allá de los convencionalismos de la época.
La fortuna puso en el camino del joven Darwin a un profesor de botánica, el reverendo John Steven Henslow, un hombre atractivo que poseía la habilidad de los profesores capaces de motivar y captar a su alumnado. Un buen día, el reverendo comentó a Darwin de que un capitán de barco, un tal FitzRoy estaba dispuesto a compartir su camarote con algún joven que le acompañara como naturalista voluntario, sin cobrar, en el viaje del beagle. Dicho y hecho. Darwin consultó con su padre, un hombre intimidatorio, que lejos de aplaudir la ocurrencia, arengó a su hijo, harto de los vaivenes de un muchacho inseguro e inestable. La divina providencia quiso que finalmente, Robert Darwin consintiera.
El beagle recorrió la costa oriental de Sudamérica, subió por su costa occidental, cruzó el pacífico y circunnavegó el planeta antes de volver nuevamente a Inglaterra. Alucinante. ¡En el siglo XIX! Darwin tuvo el privilegio de observar y ver tal variedad de especies animales y botánicas, que recopiló uno de los cuadernos más completos jamás antes analizados.
Darwin tardó muchos años en organizar, ordenar y reestructurar sus trabajos. El 24 de noviembre de 1859 Charles Darwin publicó su obra: “El origen de las especies”, probablemente uno de los libros más influyentes de la historia de la humanidad. Nada volvería a ser igual. La evolución estaba en marcha. Hoy día esta idea de un planeta cambiante en todos sus ámbitos impregna todas las teorías y pensamientos. Y la iglesia inició su ruptura. Al fin y al cabo era imposible reconciliar El origen y su formidable recopilación de datos con una versión literal del Génesis. La crisis estaba servida. Y dura hasta nuestros días. El ser humano es un animal más dentro de las especies, fruto de un formidable devenir de cambios y mutaciones azarosas que, desde unos principios tan simples (nuestras queridas bacterias) ha originado la maravillosa biodiversidad que nos rodea.
Y todo gracias al “beagle”. ¿Verdad que es fascinante?
El beagle es el nombre del buque en el que zarpó, casi en la noche vieja de 1831. Charles Darwin era un joven confuso, como la mayoría. Quiso ser médico, después cura…Estudió diversas ramas de las Ciencias, donde siempre se planteó preguntas mucho más allá de los convencionalismos de la época.
La fortuna puso en el camino del joven Darwin a un profesor de botánica, el reverendo John Steven Henslow, un hombre atractivo que poseía la habilidad de los profesores capaces de motivar y captar a su alumnado. Un buen día, el reverendo comentó a Darwin de que un capitán de barco, un tal FitzRoy estaba dispuesto a compartir su camarote con algún joven que le acompañara como naturalista voluntario, sin cobrar, en el viaje del beagle. Dicho y hecho. Darwin consultó con su padre, un hombre intimidatorio, que lejos de aplaudir la ocurrencia, arengó a su hijo, harto de los vaivenes de un muchacho inseguro e inestable. La divina providencia quiso que finalmente, Robert Darwin consintiera.
El beagle recorrió la costa oriental de Sudamérica, subió por su costa occidental, cruzó el pacífico y circunnavegó el planeta antes de volver nuevamente a Inglaterra. Alucinante. ¡En el siglo XIX! Darwin tuvo el privilegio de observar y ver tal variedad de especies animales y botánicas, que recopiló uno de los cuadernos más completos jamás antes analizados.
Darwin tardó muchos años en organizar, ordenar y reestructurar sus trabajos. El 24 de noviembre de 1859 Charles Darwin publicó su obra: “El origen de las especies”, probablemente uno de los libros más influyentes de la historia de la humanidad. Nada volvería a ser igual. La evolución estaba en marcha. Hoy día esta idea de un planeta cambiante en todos sus ámbitos impregna todas las teorías y pensamientos. Y la iglesia inició su ruptura. Al fin y al cabo era imposible reconciliar El origen y su formidable recopilación de datos con una versión literal del Génesis. La crisis estaba servida. Y dura hasta nuestros días. El ser humano es un animal más dentro de las especies, fruto de un formidable devenir de cambios y mutaciones azarosas que, desde unos principios tan simples (nuestras queridas bacterias) ha originado la maravillosa biodiversidad que nos rodea.
Y todo gracias al “beagle”. ¿Verdad que es fascinante?
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